En la Regla 5 de la nueva versión del reglamento que ha
entrado en vigor recientemente se hace referencia a que los árbitros deben
actuar de conformidad con las Reglas de Juego y el “espíritu del juego”,
haciendo uso del sentido común para la correcta aplicación de las mismas.
En este contexto, me gustaría mencionar una situación que,
desgraciadamente, se está convirtiendo en muy habitual en los minutos finales
de los partidos de fútbol en España, consistiendo en una práctica claramente
dirigida a la pérdida de tiempo o, cuanto menos, a intentar afectar
negativamente a la actuación del equipo adversario. La práctica en cuestión
consiste en que un jugador – siempre del equipo que va ganando o se cree
beneficiado por el resultado que hay en el marcador en ese momento – se sienta
en medio del terreno de juego, aparentemente imposibilitado para caminar por
una lesión muscular. Tan pronto como el balón deja de estar en juego, sus
compañeros requieren del árbitro que no ordene la reanudación del juego para permitir
que las asistencias atiendan al jugador sentado en el suelo. Con carácter
general, todos los árbitros atienden el requerimiento y, tras la entrada de las
asistencias, el jugador se pone en pie y abandona el terreno – eso sí, muy
lentamente – caminando.
Obviamente, el objeto de toda esa actuación – en el sentido
teatral de la palabra – es interrumpir el juego, ocasionando la justa
frustración del equipo adversario que, como mal menor, obtiene del árbitro el
compromiso de añadir el tiempo que se haya perdido. En realidad, el efecto
negativo conseguido no se repara con los segundos que se vayan a añadir, sino
con la pérdida de ritmo que se ha logrado mediante la ilegal estratagema
utilizada.
Para actuar de forma coherente con el “espíritu del juego”,
el árbitro debería impedir dicha estratagema - por supuesto dentro de lo
estipulado en el reglamento - no accediendo a la solicitud de entrada de las
asistencias. Si en la opinión del árbitro no se trata de una lesión grave – lo
que resulta obvio en la mayoría de los casos – la gestión correcta sería dejar
que el juego se reanudara y, durante el transcurso del mismo, acercarse al
jugador y autorizarle a que, si precisa asistencia, abandone el terreno de
juego por su propio pie. De hecho, en varias situaciones el reglamento
contempla dicha autorización, recogiendo asimismo la forma de sancionar al
jugador que, una vez autorizado a abandonar el terreno de juego, intervenga en
el juego de forma activa.
Con la amplia difusión que tiene la retransmisión de los
partidos por la televisión, en cuanto esta situación se gestione de la forma
indicada en un par de encuentros de las categorías superiores, el ejemplo
cundirá y conseguiremos un juego más limpio, donde no tengan cabida los
“listillos”.
Carlos A. Bacigalupe
Septiembre 2016