A
continuación se relacionan una serie de comportamientos habituales entre
jugadores y técnicos, y se indican algunas pautas de actuación del árbitro para
su gestión:
a) Manejo de situaciones potencialmente conflictivas
Protesta colectiva: no
permitir que los jugadores formen un círculo a su alrededor, desplazándose
hacia atrás o lateralmente, sin darles la espalda; mantener expresión serena en
el rostro sin levantar los brazos ni hacer aspavientos; no gritar ni entrar en
discusiones con los jugadores; acercarse a la banda para recibir la ayuda de
los asistentes, el cuarto árbitro o el delegado de campo; identificar a uno o
dos jugadores que se destaquen en las protestas y, una vez calmada la
situación, amonestarlos.
Actitud antideportiva:
es habitual que la acción de un jugador esté más próxima a la falta de
deportividad que a una infracción de las Reglas del Juego propiamente dicha.
Sin embargo, dicha acción (o actitud) puede soliviantar a los jugadores
adversarios y/o al público, que la interpretan como una burla al espíritu del
juego y una triquiñuela, si no ilegal, al menos incorrecta. El ejemplo clásico
es la sustitución de un jugador del equipo que va ganando, en los minutos
finales del partido. Casualmente, el
jugador a sustituir –sea cual sea su posición habitual- está ubicado en la
banda opuesta a los banquillos. Cuando se da por enterado, comienza lentamente
–a veces, incluso cojeando- a acercarse al banquillo y aprovecha para saludar
al árbitro, como forma de perder unos segundos adicionales. Cuando el otro
equipo quiere acelerar su salida, se producen empujones y malos modos,
complicando la labor arbitral. Además, cuando la acción la realiza un jugador
del equipo visitante, el público increpa al árbitro, exigiéndole que impida tal
actitud y haga que el juego se reanude de forma inmediata.
Para
prevenir este tipo de situación, el árbitro debe hacer uso, tanto del lenguaje
verbal, como del lenguaje no-verbal, acercarse y ofrecerle, de palabra y por
gestos, la posibilidad de abandonar el campo por la línea de banda más próxima,
advirtiéndole de que, si lo hace atravesando el campo, lo haga sin pérdida de
tiempo, ya que “todos estamos esperando a que Vd. salga”. Si el jugador recurre
a la triquiñuela de intentar saludarle, sin mostrarse descortés, el árbitro
debe indicarle que “después del partido nos despedimos, ahora estamos todos
esperando a que Vd. salga”. Si persiste en su pérdida de tiempo, como respeto al
espíritu del juego, al equipo adversario y al público, el árbitro debe
amonestar al jugador. En encuentros en los que ambos equipos se juegan mucho
–fases de ascenso, torneos- es recomendable que el árbitro advierta a ambos
capitanes y entrenadores, antes de salir al terreno de juego, en la reunión
previa en su vestuario, de que no va a tolerar este tipo de pérdidas de tiempo,
pidiendo la colaboración de todos para evitar la mala imagen y las posibles
amonestaciones / expulsiones.
Encuentros bajo presión: al
final de cada temporada, se programan una serie de encuentros entre los equipos
que tienen posibilidades de acceder a la categoría inmediatamente superior y
los clasificados en las últimas posiciones de dicha categoría, con el objeto de
determinar cuál de ellos estará en dicha categoría la siguiente temporada.
Habitualmente, por ser partidos del máximo interés, son dirigidos por los
árbitros más destacados y/o por aquellos que están participando en el curso de
ascenso, quienes enfrentan el reto con ilusión y responsabilidad, ya que gran
parte de sus expectativas en su futuro arbitral va a dilucidarse en su
actuación en el mismo. En resumen, en uno o dos partidos, confluyen una serie
de intereses, ilusiones, esperanzas por parte de cada uno de los tres equipos
participantes (los dos contendientes y el equipo arbitral) que van a crear una
presión sobre el evento deportivo.
Asimismo,
en categorías superiores, desde su designación para dirigir el encuentro, el
árbitro puede sufrir el acoso por parte de los medios de comunicación, las
manifestaciones de determinados jugadores y/o técnicos, directivos, aficiones
(especialmente, a través de los denominados canales sociales de comunicación
–facebook, twitter, ...), etc. recordando anteriores actuaciones, o criticando
/ alabando su designación. Por ese motivo, en partidos internacionales el
organizador no hace pública la identidad del árbitro hasta el día anterior al
de la celebración del encuentro.
Durante
su participación en el evento –preparación previa, llegada al estadio,
prolegómenos, aspectos administrativos, juego, ambiente post-partido- el
árbitro tiene una excelente oportunidad para demostrar que cuenta con la
preparación técnica, física y profesional adecuada para el eficaz cumplimiento
de la labor encomendada. Debe controlar en todo momento sus emociones,
comentarios y gestos, ya sean de entusiasmo, nerviosismo o decepción, pues hay
muchas personas pendientes. Durante el encuentro, debe anticiparse a cualquier
posible tipo de juego, aunque presumiblemente se va a encontrar con un juego
muy vivo, con entradas fuertes, nervios a flor de piel (especialmente cuando se
aproxime el final de la eliminatoria) y una gran presión ambiental.
Habitualmente,
el equipo con riesgo de descenso tratará de emplear un juego menos técnico,
imponiendo su físico para enmendar su deficiente actuación durante la
temporada, siendo su principal objetivo el conservar la categoría “a como dé
lugar”, basando su objetivo en evitar una decepción, jugando a la desesperada;
por contra, el equipo que lucha por conseguir el ascenso suele utilizar
combinaciones más técnicas, contando con jugadores más habilidosos y jóvenes,
siendo su incentivo la ilusión del ascenso. Sin embargo, ambas actitudes pueden
ser diferentes en el partido de vuelta, dependiendo del resultado o por
incidentes ocurridos en el encuentro de ida. Otro punto a tener en cuenta es el
ánimo de los aficionados, los cuales normalmente no acudirán en tan gran número
–y con tanto ánimo- a los partidos durante la liga. En estas situaciones, los
ánimos y apoyos se multiplican y las aficiones pueden perder su objetividad
respecto a las decisiones arbitrales. Los jugadores se sienten presionados
–llevados en alas- por los aficionados y se comportan de forma diferente a la
habitual, dando “rienda suelta” a sus emociones, lo que tampoco facilita la
labor del árbitro.
Actuación durante el descanso: en cualquiera de las situaciones antes
mencionadas, el árbitro dispone de unos minutos de pausa durante el descanso
que puede utilizar para hacer indicaciones, de forma más sosegada, a jugadores
y/o técnicos. Es habitual que, al señalar el final de la primera parte, algunos
jugadores se aproximen al árbitro todavía dentro del terreno de juego para
hacer algún comentario o protestar sobre una determinada jugada. Aunque los
comentarios se realicen de forma correcta, el árbitro no debe entablar ninguna
discusión con el jugador en ese momento, ya que está a la vista del público y de
los jugadores oponentes, sino que, de forma serena y firme, debe indicarle con
un gesto al jugador que en ese momento lo que debe hacer es dirigirse a su
vestuario. Sin embargo, en el caso de que el árbitro estime conveniente hacer
alguna aclaración, puede invitarle a acercarse a su vestuario durante el
descanso, acompañado por su delegado, para comentar, fuera de la vista del
público, alguna circunstancia. Este tipo de invitación debe ser excepcional, ya
que no es conveniente entablar conversaciones con jugadores durante el descanso
ni propiciar que la presencia de un jugador en el vestuario arbitral pueda
levantar sospechas entre el equipo contrario. De cualquier forma, de producirse
dicha conversación, no debe permitirse entablar discusiones sino que será
breve, correcta y con el único objetivo de hacer alguna aclaración,
principalmente de tipo técnico, evitando entrar en apreciaciones que puedan dar
origen a distintas opiniones.
Asimismo, el
periodo de descanso puede ser utilizado por el árbitro para convocar a su
vestuario a ambos capitanes y delegados para hacer las indicaciones que estime
pertinente cara al buen desarrollo del encuentro. Tampoco en esta reunión puede
permitir que se establezca ningún tipo de discusión entre los presentes, ni
entre ellos y los miembros del equipo arbitral. El motivo es cursar
instrucciones lo que hará el árbitro de forma clara, correcta, sin alzar la voz
ni proferir amenazas y sin excederse en la exposición que debe ser lo más breve
posible. En el caso de que los jugadores o técnicos se hayan comportado de
forma violenta o incorrecta durante la primera parte, es conveniente aprovechar
esa reunión para recordarles la responsabilidad que asumen en colaborar para
que el encuentro se desarrolle por los cauces reglamentarios.
b) Situaciones en las que es posible prever una actuación
incorrecta
El
árbitro debe estar especialmente alerta para prevenir entradas bruscas o
violentas por parte de algún jugador en las siguientes circunstancias:
–
cuando el jugador haya cometido un fallo propio que perjudicó a su equipo;
–
tras reclamar una falta por sufrir una entrada no señalada;
–
cuando se producen discusiones y/o recriminaciones entre los
propios compañeros;
–
tras la consecución de un gol –especialmente si fue en jugada
protestada- por el equipo adversario, o la señalización de un penalti;
–
tras la expulsión de algún compañero y/o del entrenador; etc.;..
En
estos casos, el árbitro debe tratar de estar muy próximo a la jugada, para que
su presencia impida la acción brusca y no conceder ventaja a menos que la
jugada sea muy clara. Es preferible cortar un poco el juego para no perder el
control sobre el mismo.
c) Al finalizar el encuentro, cuando los equipos se retiran a
los vestuarios
Si
ha habido tensión en los minutos finales, es probable que aparezcan mutuamente
recriminaciones o insultos entre jugadores o técnicos de ambos equipos, siendo,
en muchas ocasiones, el germen que da inicio a agresiones, empujones y carreras
tumultuosas.
La
estrategia del equipo arbitral en esta situación debe consistir en solicitar la
participación del delegado de campo, y la fuerza pública en el caso de que se
encuentre presente, para detener el tumulto, pero no intervenir personalmente
sujetando jugadores o entrando en discusiones que no llevan a ninguna parte. Si
la situación se produce cerca del túnel de acceso a los vestuarios, el
asistente que esté en la banda más próxima debe permanecer alerta para tomar
nota de los jugadores (o técnicos) que hayan iniciado el tumulto o aquellos que
hayan sido más activos en la pelea, especialmente jugadores, anotando
mentalmente sus dorsales y los hechos cometidos para su posterior redacción en
el acta. El árbitro y el otro asistente,
juntos para protegerse mutuamente, deben mantenerse a una distancia prudencial
que les permita tomar nota de los acontecimientos. Una vez calmados los ánimos,
deben ordenar que abandone el equipo en primer lugar uno de los equipos y, una
vez hayan llegado a su vestuario, lo abandone el otro, para impedir el reinicio
de la pelea en el túnel de acceso a los vestuarios. Solo cuando ambos equipos
hayan salido del terreno de juego, el equipo arbitral lo abandonará acompañado
por el Delegado de Campo.
Sin
embargo, cuando la situación lo aconseje, el equipo arbitral acompañado por el
Delegado de Campo y la fuerza pública abandonará el terreno de juego,
manteniendo la compostura, antes de que lo hagan los jugadores.
Asimismo,
es habitual que alguno de los equipos centren sus protestas en el equipo
arbitral, reclamando alguna jugada en concreto o que el tiempo añadido ha sido
más corto del que debería haberse jugado,....
En esta situación, es preferible no entrar en discusiones ni
explicaciones con los jugadores, indicando de forma firme que el juego ha
terminado y ordenando que se retiren a los vestuarios. Caso de persistir, los
miembros del equipo arbitral deben reunirse y acercarse al Delegado de Campo, a
quién solicitarán que retire a los jugadores de su proximidad. Si fuera preciso
mostrar alguna tarjeta de amonestación y/o expulsión, el árbitro debe
identificar al jugador sancionado, ordenándole que se separe de los otros
jugadores en el caso de que estén agrupados.
Carlos
Bacigalupe
Marzo
2014