lunes, 17 de marzo de 2014

Autoritas versus Potestas

Un aspecto fundamental para que el árbitro de fútbol pueda ejercer su autoridad
durante el evento es la implementación de una estrategia que le permita controlar el
comportamiento de las personas que, directa o indirectamente, participan en el juego.

El hecho de que el reglamento le designe como máxima autoridad no es suficiente
para evitar, en muchos casos, protestas, discusiones, gestos de menosprecio y otras
actitudes que el árbitro debe aprender a prever, identificar y evitar.

Para ello, el árbitro cuenta con una serie de herramientas – principalmente, las medidas
disciplinarias establecidas por el propio reglamento y sus habilidades de comunicación
inter-personal - cuyo uso debe conocer y poner en práctica.

La personalidad de cada árbitro marca, en gran medida, su capacidad de comunicación,
siendo posible, sin embargo, adquirir una serie de habilidades que le ayudarán en su
cometido, detallándose a continuación algunas de las más importantes:

Mantenimiento del estatus

Desde el momento de su llegada al estadio, el árbitro atrae muchas miradas y, desde el
primer momento, debe transmitir la sensación de ser él quien ostenta la autoridad,
haciendo para ello elevar su propio estatus mediante una apariencia correcta, una
actitud firme y un comportamiento medido.

A la mayoría de los individuos, se nos ha enseñado a respetar a las personas que
disfrutan de un alto estatus. En muchas culturas, el estatus, es decir, el respeto
inherente que de él se deriva, viene dado por la edad del sujeto, su elevada estatura, o
sus rasgos físicos; los individuos muy jóvenes o de rostro aniñado son percibidos como
débiles en una escala jerárquica; las personas con rostros que suelen mostrarse
enfadados y la falta de sonrisa se perciben como dominantes, mientras que los rostros
tristes y temerosos todo lo contrario; los ojos pequeños son indicadores de dominio en
contraste con los ojos grandes, etc. Asimismo, a la hora de establecer a priori el
estatus de una persona, es habitual que se tenga en cuenta su posición económico-social,
especialmente en lo que se refiere a su educación y forma de expresarse, por lo
que es importante cuidar ambos aspectos.

Sin embargo, independientemente de sus rasgos físicos, el principal elemento que
debe trabajar el árbitro en esta primera impresión frente a las personas que esperan su
llegada al estadio es su apariencia. Para ello, además de un atuendo estudiado que le
permita reforzar sus puntos fuertes y disimular aquellos aspectos que puedan ser más
inconvenientes - por ejemplo, un árbitro con aspecto demasiado joven debería vestir
un traje oscuro y usar corbata para adquirir un aire más serio y adulto – debe mostrar
firmeza y decisión en su forma de caminar – una zancada más larga, más energía,
mayor decisión – transmitiendo el mensaje “mírame, soy consciente del entorno y
estoy preparado para manejar cualquier acontecimiento que pueda surgir”. En suma, la
apariencia, unida a señales adecuadas de comportamiento son importantes cuando
otros estén evaluando su estatus.

Similar actitud debe mantenerse durante todos los procedimientos y conversaciones
con directivos, delegados, técnicos y jugadores que se produzcan hasta el momento
del inicio del juego, tanto en los accesos al estadio como en el vestuario arbitral.

Actitud al salir al terreno de juego

Es el momento en el cual la totalidad de los participantes en el juego y el público
asistente tiene la primera impresión del árbitro, ya uniformado para llevar a cabo su
cometido. La actitud mostrada por el árbitro en esos momentos iniciales, salida al
terreno de juego, saludo a los capitanes, sorteo y revisiones previas al inicio del juego,
debe trasladar la sensación de que “coge el partido con ganas”, que controla el tema y
disfruta con lo que hace, que se divierte y que nadie va a conseguir que deje de
hacerlo. La conducta no verbal es, por lo tanto, muy importante en la transmisión de
las propiedades de uno mismo hacia los demás. Disfrutar, pasarlo bien, sentirte
cómodo con la tarea, estar motivado, frente a estar atenazado por la responsabilidad,
desmotivado o asustado.

Actitud durante el juego

Los requisitos para el mantenimiento de la imagen autoritaria durante el transcurso del
juego son suficientemente conocidos, proximidad a la jugada gracias a una adecuada
preparación física, determinación en la señalización de las infracciones, correcta
técnica de señalización, etc.

Sin embargo, existen situaciones en las que el árbitro, para mantener su autoridad,
precisa utilizar herramientas de comunicación personal, ya sean mediante el uso del
lenguaje verbal o por medio del lenguaje no-verbal.

En general, el lenguaje verbal será utilizado constantemente por el árbitro durante el
transcurso del partido, siendo imprescindible mantener siempre el necesario nivel de
respeto hacia los interlocutores, incluso en situaciones de tensión, poniendo especial
cuidado en el tono de voz utilizado y evitando el uso de expresiones fuera de lugar.

Asimismo, al dirigirse a un jugador, el árbitro debe mantener la distancia conveniente,
ya que, cuanto más se acerca al mismo para hablar, más se aleja de él anímicamente. La
distancia corta solo debe utilizarse en el caso de que el árbitro busque un cierto grado
de “complicidad” con un jugador, aspecto que debe reducirse al mínimo
imprescindible.

Por el contrario, el lenguaje no-verbal debe ser mucho más claro, ya que se efectúa
desde una cierta distancia y es percibido por todos los asistentes. Los gestos, miradas,
indicaciones y señales de todo tipo deben ser siempre respetuosas, hechas con mesura
y sin aspavientos, evitando signos de amenaza o reprobación.

En determinadas circunstancias, el árbitro debe ser capaz de mostrar un aspecto
amistoso hacia un jugador, por ejemplo, ayudando a levantarse a un jugador que ha
caído al suelo, preocupándose por el estado de un posible lesionado o mediante una
sonrisa que, por lo general, significa una predisposición a la afiliación ”vamos a ser
amigos” o apaciguar un conflicto ”lo que tú digas”.

Es preciso recordar que la forma de transmitir el mensaje es, en muchas ocasiones, más
importante que su contenido, especialmente en un evento con público en la tribuna.

FUNCIONES DE LA FIGURA DEL ÁRBITRO

La función didáctica / educadora del árbitro

Existe una gran diferencia entre arbitrar a jugadores de fútbol base y a jugadores en
categorías superiores. En el primero de los casos, el árbitro tiene una obligación
didáctica, explicando a los jugadores – sin excederse en la charla – la infracción que
han cometido, por ejemplo, la incorrecta ejecución de un saque de banda, y haciendo
uso del diálogo amistoso con los jugadores para recordar que se trata de un juego y
que hay que mantener la deportividad en todo momento; en el segundo de los casos,
la labor arbitral se centra en el control del juego, ya que se supone que, en esas
categorías, los jugadores deben conocer las reglas, recurriendo al diálogo como una
herramienta que le ayude a mantener dicho control.

El ejercicio de la autoridad por el árbitro

Es uno de las aspectos fundamentales para el desempeño de la labor arbitral y, al
mismo tiempo, una de las funciones más difíciles de ejercer, ya que requiere
habilidades específicas por parte del árbitro – innatas o adquiridas en base a una
adecuada preparación – y, simultáneamente, una percepción apropiada por parte de
aquellas personas sujetas a dicha autoridad. El concepto de autoridad únicamente
existe cuando ambas partes aceptan el papel asignado de forma voluntaria,
quebrándose dicho pacto en caso de que una de ellas – a los ojos de la otra - lo
incumpla.

Las cualidades personales del árbitro en este sentido se centran en su edad, nivel de
educación, preparación intelectual, presencia física, temperamento, estilo de dirección,
firmeza en sus decisiones, claridad en las instrucciones, coherencia en su actuación, etc.
siendo factible adquirir o mejorar dichas cualidades mediante el aprendizaje de las
técnicas necesarias para su potenciación.

Habitualmente, se distinguen cinco tipos de autoridad, tanto en el aspecto docente
como en la relación existente en ámbitos profesionales o deportivos:

Autoridad legítima (POTESTAS)

Es la otorgada a una persona en razón de su cargo o de la función encomendada. En el
caso del árbitro de fútbol, esta autoridad viene asignada por el reglamento y por la
organización del evento, aceptando dicha autoridad los jugadores, técnicos y directivos
de los equipos al inscribirse en dicho campeonato y someterse a las normas del mismo.
(Los jugadores que aceptan las decisiones del árbitro).

Autoridad referente

Se concreta en la afinidad que existe entre la persona que ejerce la autoridad y el
subordinado, en la medida en la que ambos aceptan sus respectivos papeles y los
desempeñan conforme a lo esperado. Esta situación se mantiene durante el ejercicio
de la actividad en su conjunto, es decir, en el caso del arbitraje desde la designación
hasta la finalización del evento, incluyendo viajes, función administrativa, etc.
(Relación entre el árbitro y sus asistentes).

Autoridad experta (AUTORITAS)

Básicamente, se obtiene cuando el subordinado reconoce que la persona que ejerce la
autoridad dispone de unos conocimientos, generalmente obtenidos en base a su
experiencia o formación, superiores a los propios en determinada materia. Cada vez es
más difícil ejercer este tipo de autoridad, ya que la información fluye libremente y está
al alcance de cualquier persona que tenga interés en adquirirla, limitándose a la
información que se pueda obtener en base a la experiencia.

La persona que ejerce la autoridad debe ser consciente de que sus conocimientos se
concentran en un campo determinado, sin pretender gozar de experiencia en todas las
materias, ya que, al comprobar deficiencias en alguno de los aspectos comentados, la
credibilidad del subordinado en dicha persona desaparece. (Jugador que obedece las
instrucciones de su entrenador, confiando en que dispone de los necesarios
conocimientos tácticos para alcanzar la victoria).

Autoridad coercitiva

El subordinado acepta el poder de la otra persona únicamente como medio para evitar
un castigo, obedeciendo sin más, aunque esté en desacuerdo con la decisión. (Jugador
no protesta una acción por miedo a ser amonestado o expulsado).

Autoridad recompensadora

En este caso, el subordinado actúa movido por su deseo de alcanzar una recompensa,
sea cual sea el tipo de beneficio que se persiga. (Árbitro que sigue las pautas marcadas
por los directivos del Comité para tener acceso a categorías superiores.)

La función de liderazgo

En sus dos vertientes: líder del equipo arbitral y líder de la actividad en su conjunto
(director-coordinador de todo el evento).

Para poder desempeñar la función de liderazgo, el árbitro debe ser capaz de ganar
credibilidad frente al grupo, credibilidad que obtiene en base a una serie de cualidades
que debe mostrar: ejemplaridad, integridad, coherencia, confianza, conocimientos
técnicos, preparación física, experiencia, etc.

Una vez ganada la credibilidad, debe mostrar aptitudes para ejercer el liderazgo,
mediante el uso de habilidades de comunicación personal, su propio lenguaje “no
verbal”, su presencia y forma de comportamiento, etc.

Finalmente, debe ser capaz de alcanzar el objetivo que se presume en base a dicho
liderazgo, es decir, a que el evento se desarrolle dentro de los cauces debidos, en hora,
de acuerdo con lo estipulado en los reglamentos, de forma justa y respetuosa para
todos los participantes, etc. aportando los medios necesarios para corregir cualquier
acción no permitida o cualquier comportamiento incorrecto.

El liderazgo es una cualidad que el árbitro debe ganar y mantener en cada partido. En
algunas ocasiones, el prestigio obtenido previamente puede dar una ventaja “a priori”
en este sentido, pero es muy fácil perderla si las expectativas creadas no se cumplen.

Únicamente cuando se haya cumplido el objetivo, cuando haya ejercido la influencia
necesaria para ello, podrá el árbitro quedar satisfecho sobre el correcto desempeño de
su función de liderazgo.

Carlos Bacigalupe

No hay comentarios:

Publicar un comentario