martes, 9 de agosto de 2011

Artículo para EBSI Tradebrief

Traducción de un artículo cuyo original en inglés se publicó en TRADEBRIEF, de www.ebsi.ie

Hace mucho tiempo, en mi juventud, aprendí a volar en un pequeño aeropuerto en Menorca, una isla en el mar Mediterráneo. Mientras en verano el tiempo era siempre resplandeciente y se podía disfrutar volando desde la salida del sol hasta el ocaso, la situación era bastante diferente en las cortas tardes de invierno, cuando oscuras nubes y un viento local llamado “Tramontana” destrozaba nuestras ilusiones de ponernos a los mandos y contemplar, desde unos pocos cientos de pies de altitud, la vida de nuestros conciudadanos. Recuerdo que, cuando los jóvenes pilotos nos reuníamos en el hangar a maldecir la capa de nubes negras, nuestro instructor de vuelo, un hombre con miles de horas de experiencia, nos miraba y sonriendo decía: “Ánimo, encima de esas nubes negras, hay un cielo azul brillante…”.

Más tarde, a lo largo de mi vida, cuando me he enfrentado con problemas y circunstancias desfavorables en mi camino, he recordado las palabras de nuestro instructor y me han ayudado a encontrar una salida a mis problemas.

Actualmente, varios países europeos están sufriendo una crisis económica y financiera de proporciones monumentales; miles de pequeños negocios están desapareciendo porque la escasez de crédito por parte de bancos en problemas no les permite continuar con su actividad; el desempleo está alcanzando niveles inaceptables para comunidades acostumbradas a un confortable nivel de vida; los políticos se ven sobrepasados por los acontecimientos y no pueden más que intentar detener los ataques contra los mercados de valores; todo el mundo mira hacia el Banco Central Europeo, esperando que éste sea capaz de encontrar una solución a la lista de países que necesitan ser rescatados. El primero en precisar asistencia fue Grecia, seguido recientemente por Irlanda.

Sin embargo, las crisis económicas no son nuevas en los mercados internacionales; aparecen periódicamente tras periodos de rápidas expansiones de crédito que crean burbujas sin soporte por parte de la economía real o tras situaciones dramáticas que conmocionan las políticas monetarias de los países.

Quizás la crisis económica más conocida sea la que siguió al final de la primera guerra mundial, en 1918. La mayoría de las economías europeas se habían contraído – Alemania y Francia en un 30 por ciento, Inglaterra en algo menos del 5% - mientras vidas humanas  y capitales se habían desperdiciado, las fábricas habían dirigido su producción hacia las armas y el ganado había sido sacrificado. Para hacer frente a las necesidades financieras, los gobiernos de Europa habían gastado en torno a 200 billones de dólares, consumiendo casi la mitad de sus productos internos brutos en la mutua destrucción. Los bancos centrales de los países beligerantes aumentaron el dinero en circulación e incurrieron en pesadas deudas, la mayor parte de las cuales fueron concedidas por bancos en los Estados Unidos. 

Después del tratado de Versalles, Alemania fue obligada a indemnizar a las naciones victoriosas, o sea, Francia, Inglaterra, Bélgica, Italia y los Estados Unidos, por la asombrosa suma de 269 billones de marcos oro – el equivalente a 100.000 toneladas de oro puro – lo que hoy en día equivaldría a unos 780.000 millones de dólares. Como resultado de la pesada carga, la derrotada Alemania cayó en una profunda depresión económica: hiperinflación; disturbios y huelgas; inestabilidad política; continuos cambios de gobierno, algunos en funcionamiento escasamente una semana; una “especie de locura”. 

En el lado de los vencedores, las cosas no eran mucho mejores; tanto el gobierno francés como el británico trataron de renegociar sus deudas con los bancos estadounidenses, afirmando que ellos habían soportado la carga más pesada durante la guerra, tanto en vidas humanas como en la destrucción de sus activos, mientras los Estados Unidos sólo habían participado en la fase final del conflicto.

El cuadro general era dramático, con el fantasma de otra guerra en el horizonte. Incluso en tan difíciles circunstancias, el factor humano hizo su aparición. Cuatro hombres, cada uno de ellos presidente del Banco Central de su respectivo país, asumieron la tarea de reorganizar la situación económica: Montagu Norman, del Banco de Inglaterra; Benjamín Strong, de la Reserva Federal de los Estados Unidos; Emile Moreau, del Banco de Francia; y Hjalmar Schacht, del alemán Reichsbank, fueron capaces de poner en marcha el “plan Dawes” - así nombrado por Charles Dawes, un banquero de Chicago que encabezó la delegación estadounidense a la Comisión de Reparaciones - y, con el apoyo de nuevos préstamos otorgados por bancos americanos, estabilizar las economías europeas.    

Norman y Strong eran buenos amigos y pasaban las vacaciones en la Rivera francesa, donde diseñaron las líneas maestras del proyecto y lo sometieron, primero a Hjalmar Schacht y posteriormente a Emile Moreau. Únicamente a través de la aproximación personal – no mediante negociaciones diplomáticas – consiguieron llegar a un acuerdo.
La crisis que estamos enfrentando hoy en día es bastante diferente. Si preguntamos a un panel de expertos por los orígenes de la crisis, obtendremos varias respuestas: una expansión económica impulsada por un sobre-optimismo y un rápido incremento del riesgo; una fuerte demanda de materias primas que desencadenó un proceso especulativo desconectado de la economía real; un riesgo financiero falto de supervisión que permitió una insostenible expansión del crédito, etc.

Nuevos e importantes jugadores se han unido al juego: China se ha convertido en el mayor exportador del mundo y la segunda economía mundial, sobrepasando a Japón; los países en vías de desarrollo constituyen ahora el 37% del comercio global y, además, mantienen aproximadamente dos tercios de las reservas internacionales de divisas; Brasil, Sudáfrica e India se han convertido en importantes jugadores en la inversión extranjera directa; etc.

Otras políticas están jugando sus papeles en el comercio global: la “Ronda de Doha” está en una situación de estancamiento, quizás debido a la dificultad en adoptar reformas relativas a competencia, comercio e inversiones, o asuntos agrícolas.
Parece que la situación económica es peor que nunca. ¡No es verdad!. Las cifras publicadas en conferencias y estudios recientes muestran que el comercio está empezando a reactivarse. El número de transacciones alrededor del mundo ha comenzado a crecer tras dos años de caídas. En una encuesta de más de 5 millones de transacciones realizadas por la Cámara de Comercio Internacional, únicamente se registraron 1.100 operaciones fallidas, reflejando la naturaleza segura de las operaciones de comercio internacional sobre otras financiaciones bancarias.

Con un poco de optimismo y un mucho de imaginación, encontraremos el camino para salir de esta crisis. Recordad siempre el pensamiento de mi antiguo instructor: “ahí arriba, encima de estas nubes oscuras, hay un cielo azul brillante…”    

Carlos Bacigalupe
para “TradeBrief EBSI – Expert Commentary”
www.ebsi.ie

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